Desde el champú hasta el detergente, pasando por zumos y cereales: desde hace unos años todo es natural.
Pero el término se ha ido gastando y pronto sustituimos lo “natural” por “ecológico” y comenzamos a confundirlo con “sostenible”.
Con este panorama, hemos decidido afilar el lápiz y escribir un artículo explicativo.
A partir de ahora, podéis sacar ese pequeño cuñado que todos llevamos dentro para explicar en próximas barbacoas y jaranas por qué ecológico, natural y sostenible no son lo mismo.
Los alimentos ecológicos son aquellos que desarrollan todas sus etapas de crecimiento y producción como lo hacen en la naturaleza y sin intervención artificial.
Esto quiere decir que nada de pesticidas ni fertilizantes químicos para las plantas, ni hormonas de crecimiento o antibióticos para los animales. La crianza de estos debe ser libre, en zonas sin contaminación y su alimento también ha de ser ecológico.
Además, existe una normativa comunitaria que regula el uso de esta mención: es el Reglamento (CE) 834/2007.
Existen sellos ecológicos públicos y otros de organismos privados autorizados que certifican y controlan la producción y etiquetado de los productos ecológicos.
Pero la cosa no se queda aquí, también es obligatorio mencionar en la etiqueta el método de producción ecológica, el código de la autoridad de control, los ingredientes ecológicos y el origen de las materias primas.
Un momento. Dejémonos de palabrejas. Podemos decir que sí: lo ecológico existe y está bien regulado.
Cada una de las frutas, verduras, cereales (¡incluso muchos animales!) que comemos responden a una selección y mejora continua llevada a cabo por el ser humano desde hace siglos.
Que si más rentables, que si con menos pepitas, que si más blanditos y dulces, menos agresivos…
Natural, lo que se dice natural, en el sentido de “producido por la naturaleza sin intervención del ser humano” apenas encontraremos nada en nuestro plato (y menos aún en detergentes y cosmética).
Pero entonces, ¿por qué se utiliza tanto este término en etiquetas y anuncios?
Si un producto de verdad tiene algo de “natural”, podrá optar a un sello ecológico, a comunicar su posible agricultura biodinámica o a contarnos por qué es sostenible, pero el término “natural” no se incluye en ningún marco legal ni cumple ninguna función más que la de confundir a los consumidores en las etiquetas de productos hiperprocesados.
Conclusión: el término natural sí son los padres.
Al igual que con el término “ecológico”, también hay organismos nacionales e internacionales que regulan la sostenibilidad mediante la concesión de sellos.
Para entender la diferencia entre sostenible y ecológico, nos centraremos en los que más nos gusta: las personas.
Los productos y empresas sostenibles ponen el foco en el bienestar de las personas, en la economía local, el comercio justo y el cuidado del planeta. Sí, muy parecido a las empresas y productos ecológicas, pero con un enfoque más holístico y, bajo nuestro punto de vista, más honesto.
Porque, ¿de qué sirve que un producto sea ecológico si las personas que lo producen no tienen un sueldo justo? o ¿de qué sirve adaptarse a las exigencias de un sello ecológico si las materias primas que se utilizan viajan tantos kilómetros que contaminan más que si no lo fuesen?
Desde Casa SiempreViva ponemos el foco en la sostenibilidad, en la procedencia cercana de nuestras materias primas y empresas colaboradoras, en un consumo responsable y eficiente… pero sobre todo apostamos por el valor de las personas, su bienestar y condiciones adecuadas.
Muchas de las materias primas que utilizamos son ecológicas, pero si tenemos que elegir entre ecológico y sostenible, nos quedamos, sin ninguna duda, con esto último.
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Un fuerte abrazo,
Mayte y Javier.